Ajo

Es uno de los ingredientes más antiguos del mundo y, desde siempre, se le han atribuido propiedades curativas y hasta milagrosas, pero, curiosamente, no solemos ser demasiado exigentes a la hora de comprarlos.

Lo primero que hay que saber al ir a comprar ajos es que existen tres tipos: los ajos tiernos –habituales en los salteados y en los revueltos-, los blancos y los rosados o morados –más oscuros y que se conservan mejor-.

Aunque suelen venir empaquetados en pequeñas mallas, intenta adquirirlos sueltos para que puedas comprobar que la cabeza está bien firme y su piel exterior seca. Elige los ajos que pesen más en relación a su tamaño, ya que es probable que los que te parezcan más ligeros estén secos, y fíjate también en que no hayan germinado, echando un pequeño brote por la parte superior.

Si compras una ristra, cuélgala en un sitio seco y aireado, recordando que los ajos blancos te durarán hasta seis meses y los rosados, un año. Otra forma de conservarlos es en la nevera, dentro de un bote de cristal, pelados y cubiertos de aceite. Picado, el ajo se puede congelar, pero pierde propiedades.

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Curiosidades
El protocolo de los cubiertos

Si, durante la comida, quieres soltar los cubiertos para beber o para conversar, debes recordar que el tenedor y el cuchillo –o la pala de pescado- se dejan dentro del plato, a ambos lados. El tenedor, a la izquierda, con las púas hacia abajo y el cuchillo o pala, a la derecha, con el filo mirando hacia ti. Cuando acabes de comer, el cuchillo y el tenedor se colocan, el uno junto al otro, como si marcaran las tres y cuatro en un reloj. Coloca el tenedor por debajo del cuchillo con las púas hacia arriba.

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